¡Mujer tenías que ser! | El Día de Zamora | Formato digital del periódico El Día de Zamora

2022-08-26 20:21:12 By : Ms. scarlett zhu

PERIÓDICO INDEPENDIENTE DE ZAMORA

 En un mundo en el que a las mujeres se nos aprecia y mide por el tamaño de nuestros senos, por la perfecta forma que han de tener nuestros traseros y el hambre que hemos de pasar para ser delgadas en base a un absurdo y dictatorial canon de belleza que a los hombres les gusta en su inmensa mayoría; en un mundo en el que ellos pueden pasear su tripa  cervecera, sus canas, sus arruguitas y sus achaques, porque a las mujeres eso no nos importan tanto mientras sean leales y buena gente...inteligentes y, qué demonios, también guapos o bien parecidos, aunque no sea lo primero que nos subyugue de veras en un varón. Quizá exijamos un poquito más al hombre que comparte nuestra alcoba, pero no medimos su valía por el potencial sexual, que también, pero eso es sólo añadidura a la ternura, el abrazo, el cariño, la inteligencia y la fina ironía que posee un hombre que nos derrite, independientemente del tamaño de su pene y la pericia de su boca para lamer, adular, mentir o decir verdad.  

          Hay mujeres a las que sólo les importa un espectacular físico en el varón, una impresión demoledora a primera vista, pero os puedo asegurar que son mujeres contadas; la excepción, al menos en el círculo en el que yo suelo moverme y frecuento amistades de décadas. Los hombres, en cambio, están siempre a la expectativa de lo que delibere su entrepierna reproductiva. Si eres mona, tienes un buen cuerpo y estás dispuesta, no necesitan más. Luego, si acaso, después del polvo (porque es un polvo, ya que no media amor por parte alguna), miran a ver si eres lista o ingeniosa; eso les puede poner aún más o, casi siempre, convertirlos en fantasmas a la fuga cuando su intelecto no es algo que destaque…vamos, que te ven lista y salen por piernas. A los hombres, por regla general, les dan miedo las mujeres inteligentes y con carácter. No estoy generalizando adrede, o quizá sí, pero es porque el común de los hombres piensa de ese modo, habiendo como hay hombres a los que le parece que el atractivo de una mujer, de cualquier mujer, lo que hace de ella una deseable compañera, es su risa, su ingenio, su inteligencia… Pero son tan pocos…que generalizar se me antoja algo que he de hacer por la inercia a la que me empuja el empirismo. 

       ¿Acaso no os parece que una mujer se vuelve irresistible cuando sabe de lo que habla, cuando calla si no sabe, cuando tiene respuestas a vuestras preguntas casi sin esforzarse, cuando os sorprende con un gesto inesperado, cuando recuerda una fecha que olvidasteis, cuando da de mamar y ese pecho no es lascivo, sino la mismísima fuente de la vida? 

       No nos hagáis vivir en una dictadura absurda, cruenta y abismal, como la dictadura de estar buena, por favor. Estamos hasta vuestros cojones y nuestros ovarios de ese sangrante rasero. Queremos comer como vosotros, sin que nuestros michelines (normales en un cuerpo que se alimenta y genera reservas que no tendría si se estuviera pasando hambre), pequeños o grandes, sean susceptibles de ser escondidos por si las moscas, mientras vuestros “tollos” salen a tomar el sol sin pudor y en absoluta libertad por encima de un bañador imposible de calificar. Las mujeres somos tontas por dejarnos someter a ese nazismo corporal de la raza aria física, que parece moderna, pero que es la misma caspa que tuvieron que aguantar nuestras bisabuelas, abuelas, madres, hermanas y que, lo más probable, aguanten también nuestras hijas y nietas, cuando sea que las tengamos. Nada ha cambiado. Tontas nosotras que pensamos que los hombres del siglo XXI son más avanzados que antes en estos temas tan naturales…qué va, parece que estamos en pleno proceso de involución, para nuestra enorme desgracia. No hay “techo de cristal”, no hay techo y punto. No hay conciliación; parece que cuando una pareja desea tener descendencia, es la mujer la que ha de renunciar a todo su futuro profesional por el simple hecho de que se dotó a su ser del milagro de albergar vida y alimentarla en los primeros meses fuera del seno materno. Es una bendición, pero joder, también pareciese una jodida maldición de Satán.  

     Pero sigo con el tema del físico. A mí no me gustan los hombres “mazas”, esos que son carne de gimnasio. No. Me gustan los hombres que tienen algo que decir, aquellos cuya conversación voltea mi cerebro y me hace plantearme dudas, preguntas, estrategias. Hombres que me enseñan lo que no sé. Me gustan los hombres que me hacen reír, los que no sienten pudor cuando te cuentan que lo pasan mal o que no les va bien la vida, que tienen problemas de pareja, que su hijo les ha salido un poco hijo de puta y les amarga la existencia; que tienen problemas económicos y con el sueldo de su mujer y el suyo, llegan a fin de mes a duras penas; aquellos hombres que son, en definitiva, como cualquiera de nosotras.  Entonces no miramos si lleva polo o camisa, si el color es o no el adecuado, si está moreno o arrugado, si es viejo. No. No miramos una mierda más que el fondo de sus ojos y, acaso, el movimiento de sus manos que acompasa su discurso cuando se siente libre, libre ante una mujer como yo, de ser él, no lo que se espera de él. Él. 

       Está bien ser guapa, estar más o menos en la media del peso ideal, sí, para qué nos vamos a engañar, es bueno para la salud, pero no midáis a la mujer por su belleza exterior sin contemplar, siquiera de soslayo, su belleza interior. El conjunto es único. Insospechado e insondable. Cada mujer guarda tras de sí una historia por la que vosotros, como hombres, no habéis tenido que pasar. Sois afortunados, tanto, que no reparáis en que las mujeres no lo somos. Deberían de abonarnos una suerte de plus de peligrosidad al nacer, por lo que nos pueda pasar al ser mujer. Por ser mujer. Fijaos en una cosa muy simple; yo soy una mujer muy femenina, destilo feminidad por los cuatro costados, pero hubiera pagado el dinero que no tengo por nacer varón para no sufrir lo que he sufrido, ni pasar por los calvarios por los que he pasado… y lo dejaré ahí para no escandalizar a nadie…Mis años de terapia me ha costado medio superarlo, porque hay cosas que nunca se superan. 

       Pero sigo, ¿acaso creéis que las mujeres estamos tan vacías como para fijarnos en hombres bajo esos cánones tan limitados y mediocres que dicta vuestra bragueta? En fin… Que siga la fiesta de siglos, esa fiesta que nos aplasta desde que el mundo es mundo y a la que haremos frente, como hemos hecho siempre, desde que nos parieron las madres de todas, que también os parieron a todos vosotros.  

        ¡Ah! Y por si a algún troglodita se le ocurre decir que mi texto es “feminazi”, le reto a leerlo íntegro. Nada más. No tengo ideología absurda de género; hablo desde la experiencia y no me va la demagogia barata. Si en algún renglón encuentra feminismo casposo o ataque gratuito al hombre por ser hombre, entonaré el “mea culpa”, pero dudo que encuentre una sola palabra que no sea real, será, como deducimos todos, hombres y mujeres, fruto de la realidad que vivimos, no de otra cosa. Será la vida misma, esa que a las mujeres nos gusta poquito. Es lo que hay. Así que, en lugar de criticarnos, ayudadnos. Seamos un todo perfecto y armonioso. Seamos, pero juntos. 

Nélida L. del Estal Sastre 

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